martes, 14 de octubre de 2008

de autoria 2

Estimado Francisco:

Espero que donde te encuentres el clima no este tan frío y helado como acá.
Te debo contar que ayer fue mi ultimo día de trabajo, todos en la empresa me hicieron una gran fiesta de despedida, es que no todos cumplen 30 años en un mismo trabajo me dijeron, estos 30 años pasaron tan rápido que aún no creo que me he jubilado.
Pancho ¿recuerdas cuando ambos teníamos 15 años y pensábamos en ese futuro que se nos hacia lejano e incierto? y aunque tu siempre supiste que es lo que querías hacer de tu vida, yo de lo único que estaba seguro era de que jamás le daría toda mi vida a un mismo trabajo.
Sin embargo, estoy contento, pues ahora podré escribir todas esas cartas atrasadas para amigos que no se si aún viven y de leer aquellos libros que desde pequeño me entusiasmaron, y volver a vivir esas aventuras, como si ningún día hubiese pasado ( a propósito, recuerdas lo que me decía mi padre cada vez que me encontraba leyendo un libro que no fuera de estudio: “ ya tendrás tiempo de leer todos los libros que quieras cuando te jubiles”).
¿Sabes? ayer me encontré con dos de tus hijos, están realmente grandes y fuertes, ¿amigo estas seguro de que son tuyos?, es broma, pues tienen toda esa vitalidad que tu derrochabas, esa que a veces agotaba mi paciencia. Ambos fueron muy cariñosos al saludarme (me abrazaron tan fuerte que temí por mi espalda), yo se que fui más que un padrino para ellos (yo les tenia más paciencia que tu) y tu generosamente permitiste que les diera el amor de padre que no pude darle a hijos propios, no sabes cuanto lo agradezco.
Por suerte fuimos de aquellos que creían en las grandes amistades, ¿cuantos años han pasado?,¿ cuantas personas hemos conocido?, y aunque nuestros caminos siempre tendían caprichosamente a distanciarse, nosotros encontrábamos la manera de que no se enfriara la amistad, ya fuera recordando tiempos pasados o para aconsejarnos en nuestras dificultades.
Nos conocíamos demasiado bien, podíamos hablarnos francamente y teníamos un humor tan particular, nos burlábamos de todos y nunca nadie entendía de qué nos reíamos (incluyendo a tu esposa).
Ya no queda tiempo para rectificar lo realizado y aunque mi vida no fue como yo planeaba, de lo que nunca me arrepentiré es de haber pasado todo ese tiempo contigo.
Seguramente ya encuentras larga esta carta (la paciencia nunca fue una de tus virtudes), pero debes entender que ahora tengo más tiempo y escribiéndotela me he pasado varios días recordando buenos tiempos.
Seguramente me dejaré caer un día de estos en la casa de alguno de tus hijos y regalonearé con esos nietos tuyos tan traviesos. Espero que tus hijos puedan soportar a este viejo gruñón (lo que no saben es que gruñón fui siempre), ah y se me ha ocurrido la idea de escribir mis memorias a las que titularé: “Memorias de un hombre común y corriente, que si no merecieron escribirse, menos merecen leerse”.

Por fin, me despido, dejaré esta carta en tu tumba la próxima vez que la visite, apenas el clima se vuelva mas calido y yo pueda salir con esta rodilla hinchada, no se como lo vas a hacer para leerla, pero estoy seguro de que lo harás, algo que permaneció intacto en ti todos estos años, fue tu gran curiosidad.

Espérame, pues creo que pronto te iré a hacer una visita personal, ya tendremos mucho tiempo para conversar.

Hasta pronto
P. Márquez.

No hay comentarios: